EL LIDERAZGO ES AMOR AL PRÓJIMO

Escrito por César Martinez. Publicado en Diciembre

 El autor es periodista especializado en Economía y consultor en temas de Liderazgo y Educación Emprendedora del Instituto FINANPOS. Tiene más de mil artículos publicados sobre periodismo, literatura, arte y economía.

Cuando hablamos de amor al prójimo, entendemos, muchas veces, que nos referimos a temas religiosos o espirituales.

En estos tiempos modernos, donde los llamados o autoproclamados “líderes” o “coach” sólo buscan la satisfacción personal en desmedro del otro, la frase “amor al prójimo” puede sonar muy cursi. Obviamente, cuando hablo de los autotitulados “coach”, me refiero a ciertos gurús de cuello y corbata, incluso algunas con faldas, que lo único que proponen es una mente positiva y buenas actitudes para hacer las cosas.

El amor al prójimo va más allá. Mucho se ha escrito acerca del liderazgo y existen diversos programas que lo promueven en todo el mundo y sobra literatura sobre el tema. No obstante, poco se dice del liderazgo de servicio que implica el amor hacia los demás.

Amor al prójimo supone una entrega total a causas sociales que, siendo aún personales, beneficiarán a otra persona. Este amor es tan importante como la buena gobernanza y la eficiente gestión organizacional.

Esta característica del liderazgo está vinculada con la educación recibida en casa, con el servicio y el ejemplo.

El lector habrá notado que existen líderes que son motivadores por excelencia y otros que logran metas, venciendo todos los obstáculos que se presentan en sus caminos. Es más, los resultados son los que hablan, y muchos de ellos son muy buenos. Sin embargo, quienes pregonan esos “liderazgos”, son muchas veces, no viven de acuerdo con las enseñanzas que predican. Hay un dicho popular que reza así: “Tus acciones no me dejan escuchar lo que me dices con palabras”.

No basta decir cómo deben hacerse las cosas, sino que deben ser respaldadas por la vida misma. Hay motivadores que hablan muy bonito, pero son personas autoritarias, déspotas, creídas, orgullosas, vanagloriosas, mentirosas, egoístas, etc., etc. Es decir, sus vidas no reflejan lo que dicen que realmente son o hacen. Hay un divorcio entre la palabra y la práctica.

Amor al prójimo es interesarse por la vida del otro. Ver cómo lo ayudamos, servirlo en lo que necesita (obviamente, dentro de nuestras posibilidades) y estar pendientes de sus logros. El líder que practica esta característica es como el hermano mayor. Se trata de enseñar y transmitir una vida a otra.

Eso también supone que nuestra vida debe reflejar lo que somos, y por lo tanto, también lo que hablamos. Y eso se conoce por los frutos. ¿Cómo conocemos a las personas? Sencillamente por sus frutos. Un árbol naranjo siempre tendrá como fruto a las naranjas porque es su naturaleza. Jamás, un árbol manzano dará como fruto a las mandarinas. Si eso ocurriese sería una falla de la naturaleza, una aberración natural.
De la misma manera, una persona que pregona o práctica un tipo de liderazgo, deberá siempre refrendarlo con su vida.

Conocí a un “motivador” extranjero que fue un excelente promotor del liderazgo. Un día lo esperaba en el hall de un hotel para hacerle una entrevista en mi calidad de periodista y cómo él no me conocía, salió fumando un puro y todo el humo lo “arrojó”, literalmente, sobre mi cara. No me pidió disculpas, sino que caminó algunos pasos para buscar al periodista que lo debía entrevistar. En ese instante, quedé totalmente decepcionado del liderazgo que pregonaba. Obviamente que salí del hotel sin entrevista alguna.

Conozco a otro “motivador” que representa a una excelente universidad peruana. En cierta ocasión, después de su alocución en una conferencia empresarial, nos acercamos para hacerle algunas preguntas. El hombre se fue de largo, no nos atendió y cómo insistimos en hacerle algunas preguntas, simplemente vociferó algunas lisuras y continúo su camino. También quedamos decepcionados del liderazgo que propaga. Esta persona habla muy bien, pero es muy probable, que las personas con quienes trabaja, no crean nada de lo que pregona.

En el periodismo se ven muchas cosas. Hay un excelente periodista que goza del “prestigio” y “credibilidad” en sus entrevistas. Sin embargo, quienes han trabajado con él, saben que hasta recuerda a las madres de sus redactoras. Su conducta está divorciada de su “liderazgo periodístico”.

El liderazgo integral no es un estilo foráneo que se adopta, ni frases que se aprenden como los políticos. Este liderazgo está impregnado en la persona misma. Está relacionado con su carácter y su estilo de vida. Es natural. El liderazgo integral está basado en el ejemplo, por un lado, y en el servicio por el otro.

Un verdadero líder está al servicio de los demás. En realidad, es un servidor. Los buenos y exitosos generales no son los que desarrollan una excelente estrategia de guerra para la victoria en un gabinete o escritorio, sino aquellos que van al frente de su tropa y el pelotón lo sigue, dándose en “alma, cuerpo y vida”, porque su general y líder está adelante. Obviamente que hay estrategias y tácticas, pero el líder va adelante dando el ejemplo y está al servicio de todos.

Obviamente que el liderazgo requiere de autoridad, pero de una autoridad ganada en la cancha, escribiendo en términos deportivos. Los seguidos deben saber que su líder conoce el camino dónde transitar, sabe acerca de los peligros y que no los va a exponer a peligro alguno, tiene vocación de servicio, comparte la visión de futuro y está al frente en todo. Sus hechos dicen más que sus palabras. El éxito que tienen los militares israelíes y lo tuvieron los espartanos en el pasado, radica en la calidad de su líder que siempre va adelante.