
Por: Marisol Quiñones, CMO de Rextie
Hace unos días, mi hija cumplió 18 años. Como parte de esa transición natural hacia la independencia, me comentó que iba a abrir su primera cuenta bancaria. No me sorprendió. Su generación realiza pagos con una fluidez sorprendente usando aplicaciones como Yape o Plin. Lo que sí me llamó la atención fue su siguiente pregunta: “¿Ya puedo usar una tarjeta de crédito?”
La forma tan casual en la que lo dijo me hizo detenerme y reflexionar. Aproveché el momento para explicarle que una tarjeta de crédito no es igual a una de débito, que no se trata simplemente de “tener dinero para gastar”, sino de adquirir una deuda que, si no se gestiona bien, puede tener consecuencias duraderas.
En ese instante recordé mis veintes. Me ofrecieron mi primera tarjeta de crédito en un centro comercial. No hubo mucha explicación. Solo bastó una firma. Meses después, tenía varias deudas, pagando intereses sin entender del todo cómo funcionaban. Aprendí a la fuerza, como muchos. Me tomó un tiempo superar ese miedo al crédito y entender cómo sacarle verdadero provecho.
Este episodio con mi hija me hizo pensar: ¿qué tan preparados están los jóvenes para administrar su dinero? ¿Les estamos enseñando, desde casa o desde el colegio, cómo funcionan las finanzas personales en un mundo cada vez más digital?
La urgencia de aprender antes de usar
Según el estudio de Inclusión Financiera 2023 del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), solo el 49 % de los adultos en el país tiene una cuenta bancaria activa, y aún menos -aproximadamente el 30 %- comprende bien los conceptos básicos como tasa de interés, inflación o endeudamiento. Si eso ocurre con adultos, ¿qué podemos esperar de nuestros jóvenes?
La educación financiera no debería empezar con la primera deuda, sino mucho antes. Así como enseñamos a nuestros hijos a cruzar la calle, deberíamos explicarles cómo leer un estado de cuenta, a entender qué significa un interés compuesto o a planificar sus gastos mensuales.
Un estudio de la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) muestra que los países que han incorporado la educación financiera en los primeros años escolares han visto una mejora significativa en la toma de decisiones económicas de sus ciudadanos. Finlandia, por ejemplo, lo integró desde primaria y hoy es uno de los países con menor índice de sobreendeudamiento juvenil.
El dinero es invisible, pero no por eso menos real
Vivimos en una era donde el dinero es cada vez más intangible. Las nuevas generaciones no tocan el efectivo, no hacen colas en el banco, no anotan sus gastos en una libreta. Todo se resuelve con un clic, con un código QR, con una app.
Sin embargo, lo digital no elimina la responsabilidad. Diría incluso que la aumenta. Un gasto impulsivo en una app, una transferencia sin doble verificación o un préstamo digital sin leer la letra pequeña puede tener un impacto serio. Y el problema es que muchos jóvenes no lo ven venir.
Por eso es clave enseñarles a tener una relación saludable con el dinero. A entender que ahorrar no es solo guardar lo que sobra, sino planificar. Que un crédito puede ser una herramienta poderosa si se usa con inteligencia. Comparar opciones, buscar tasas justas y entender los términos de cada producto es tan importante como decidir qué estudiar o en qué trabajar.
La tecnología como aliada (si se usa con criterio)
Plataformas como Rextie, por ejemplo, han revolucionado la manera en que las personas y empresas hacen cambios de divisas. En lugar de perder tiempo y dinero en casas de cambio tradicionales, ahora es posible cambiar dólares o euros de forma digital, rápida y con mejores tasas.
Pero aquí también entra la educación. ¿Cuántos jóvenes entienden la diferencia entre el tipo de cambio compra y venta? ¿Saben que el momento en el que realizan un cambio puede hacer que ganen o pierdan dinero? ¿Comprenden que si planean estudiar en el extranjero, enviar remesas o recibir pagos freelance, elmanejar bien el tipo de cambio puede ser crucial para su economía personal?
Rextie y otras plataformas fintech están haciendo más accesibles estos servicios, pero aún hay una brecha entre la disponibilidad de herramientas y el conocimiento para usarlas estratégicamente.
Educar para empoderar
Educar financieramente no es solo prevenir errores: es empoderar. Es darle a los jóvenes la posibilidad de tomar decisiones conscientes, informadas y estratégicas. Es enseñarles que el dinero no es un tema tabú, sino una herramienta para lograr sus objetivos.
Espero que dentro de unos años, mi hija no tenga que aprender por las malas como lo hice yo. Debemos trabajar desde ya para que más jóvenes peruanos puedan decir: “Sí, tengo una tarjeta de crédito y sé exactamente cómo usarla”.