“Más allá del ruido, el secreto para construir patrimonio está en saber esperar. Porque en los mercados, como en la vida, no gana el más rápido, sino el más constante”

Gerente general de BBVA Bolsa SAB
(*) Artículo publicado en la edición 233 de la revista Microfinanzas https://statuscomunicaciones.pe/microfinanzas/M233.pdf.
Hay un gráfico que todo inversionista debería tener siempre a la vista. No por sus cifras exactas, sino por el poderoso mensaje que encierra: el recorrido histórico del S&P 500. A primera vista, parece una sucesión de líneas ascendentes con algunos tropiezos. Pero cuando se observa con atención, se revela como una historia de resistencia frente al caos. Es un gráfico que ha sobrevivido a pandemias, guerras comerciales, defaults, inflaciones récord y crisis financieras. Y, pese a todo, ha seguido subiendo.
Esa es, quizás, la lección más clara que nos deja el mercado: el miedo siempre protagoniza los titulares, pero es la paciencia la que paga los mejores dividendos. A lo largo de los años, no han faltado motivos para vender. Desde la crisis del 2008, el default griego, el Brexit, la pandemia, los enfrentamientos comerciales entre China y EE.UU., hasta las recientes tensiones en Ucrania, los inversionistas han sido bombardeados por razones “perfectas” para salir del mercado. Sin embargo, quienes mantuvieron el rumbo vieron crecer su patrimonio.
Como bien lo decía Gordon Gekko en Wall Street: “The most valuable commodity I know of is information”. Pero la información sin contexto puede ser fuente de ansiedad. El desafío de invertir no es solo técnico, sino emocional. Saber que siempre habrá una excusa para abandonar, pero también una oportunidad para seguir, es parte del juego. La clave está en confiar en el largo plazo y no reaccionar al primer sobresalto.
Invertir bien consiste, en esencia, en mover el dinero desde la impaciencia hacia la paciencia. Esa es la verdadera diferencia. Los inversionistas con experiencia coinciden en que lo más efectivo es definir su perfil de riesgo, construir una cartera diversificada, mantenerse en el mercado y ajustar solo cuando cambian sus metas, no por las noticias. Las caídas seguirán existiendo, pero si la visión es de largo plazo, la historia demuestra que el mercado está de tu lado.
La bolsa no se mueve únicamente por fundamentos. Lo intangible —miedo, incertidumbre, expectativas— puede pesar igual o más. Hoy, un tuit o un titular basta para provocar volatilidad. Por eso, invertir requiere carácter, además de análisis.
Benjamin Graham, autor de El Inversor Inteligente, lo entendió mejor que nadie. Su enfoque, que inspiró a Warren Buffett, se basaba en principios sólidos. Apostar por un margen de seguridad —comprar cuando el valor de una acción supera su precio— protege ante errores o eventos inesperados. Entender que el mercado es emocional ayuda a no dejarse arrastrar por sus altibajos. Tener reglas claras y disciplina es más importante que seguir modas o buscar rentabilidad rápida. Y sobre todo, Graham insistía: el carácter es más importante que la inteligencia.
La paciencia debe estar respaldada por análisis. Antes de invertir, es clave revisar indicadores como el PER (Price to Earnings Ratio), que indica cuánto se paga por cada dólar de utilidad. Si está por debajo del promedio del sector, puede ser una buena señal. El ROE (Return on Equity) revela qué tan eficiente es la empresa con su capital. Evaluar el nivel de endeudamiento es esencial para medir su solidez financiera. El margen neto muestra qué porcentaje de las ventas se convierte realmente en ganancia, y el crecimiento constante de utilidades señala un buen desempeño a lo largo del tiempo.
En resumen, invertir no es una cuestión de suerte. Es tener método, estrategia y paciencia. Se trata de identificar buenos negocios, comprarlos a buen precio y darles tiempo. El precio lo marca el mercado día a día, pero el valor lo construye el negocio en el tiempo. Más allá del ruido, el secreto para construir patrimonio está en saber esperar. Porque en los mercados, como en la vida, no gana el más rápido, sino el más constante.