“La verdadera transformación digital no se mide solo por la rapidez de las transacciones, sino por la capacidad de garantizar que cada operación sea segura, transparente y confiable. La ciberseguridad, más que una obligación tecnológica, es un compromiso ético con los millones de clientes”
(*) Artículo publicado en la edición 239 de la revista Microfinanzas https://statuscomunicaciones.pe/microfinanzas/M239.pdf
Por Neisy Zegarra Jara – Directora
En el mundo financiero actual, donde casi todas las operaciones se realizan desde un celular o una computadora, la confianza se ha convertido en el valor más importante. Las transacciones digitales facilitan nuestra vida: permiten enviar dinero en segundos, pagar servicios desde casa y realizar compras sin efectivo. Sin embargo, esta comodidad conlleva riesgos antes desconocidos, como fraudes por internet, suplantación de identidad y robos de datos personales, que representan una amenaza constante para cualquier persona o institución.
Por ello, la ciberseguridad ya no es un asunto meramente técnico o exclusivo de especialistas en sistemas, sino un tema que nos involucra a todos: directivos, colaboradores y clientes. En el sistema financiero, cuidar la información de los usuarios es proteger la confianza, y esta confianza es la base sobre la que se sostiene el trabajo de bancos, cajas municipales, cooperativas y microfinancieras.
Dicho de otro modo, la tecnología avanza más rápido que nunca, pero este progreso debe ir de la mano con la educación y la prevención. Las entidades financieras tienen la gran tarea de invertir en seguridad digital y, al mismo tiempo, enseñar a sus clientes cómo protegerse en el entorno digital. No se trata solo de instalar programas o sistemas de defensa, sino de crear una cultura de seguridad en la que todos aprendamos a reconocer riesgos y actuar con responsabilidad.
Este desafío es aún mayor en América Latina, donde muchas personas utilizan servicios digitales por primera vez. Para ellas, la confianza es clave: si sufren un fraude o una estafa, es poco probable que vuelvan a usar una aplicación o una billetera electrónica. Por esta razón, la seguridad digital también forma parte de la inclusión financiera. No podemos hablar de progreso si los usuarios no se sienten seguros.
Asimismo, las microfinanzas, por su cercanía a la población y su compromiso social, cumplen un papel fundamental. Acompañan a numerosos emprendedores, a mujeres que acceden por primera vez a un crédito digital y a jóvenes que comienzan a ahorrar o invertir desde su celular.
Cada capacitación, cada mensaje preventivo y cada acción de seguridad contribuyen a construir una confianza duradera y fortalecida.
En este nuevo escenario, la ciberseguridad se convierte en un pilar de sostenibilidad y reputación. Un sistema financiero sin protección adecuada carece de futuro. Las entidades que logren equilibrar innovación y seguridad serán las que ganen la confianza del público y fortalezcan su vínculo con la sociedad.
La verdadera transformación digital no se mide solo por la rapidez de las transacciones, sino por la capacidad de garantizar que cada operación sea segura, transparente y confiable.
La ciberseguridad, más que una obligación tecnológica, es un compromiso ético con los millones de clientes que confían día a día en sus instituciones financieras.
En definitiva, en estos tiempos digitales, proteger la confianza es proteger el futuro. Y ese futuro se construye con tecnología, pero también con valores, transparencia y cercanía con las personas.