
La competencia global ha pasado de la optimización del mercado a la ventaja estratégica geopolítica. La formulación de políticas de competencia tradicionales —concebidas para garantizar la eficiencia del mercado, la igualdad de condiciones y el bienestar del consumidor— ha dado paso a medidas estatales que sirven a los objetivos de seguridad nacional y dominio económico.
- Esta transición supone un coste de 3 billones de dólares para las principales economías.Estados Unidos, la Unión Europea y China han inyectado colectivamente billones de dólares desde 2020 a través de la Ley de Reducción de la Inflación (entre 800.000 y 1,97 billones de dólares), la Ley CHIPS y de Ciencia (280.000 millones de dólares), el Plan Industrial del Pacto Verde Europeo (320.000 millones de euros) y las subvenciones a sectores estratégicos de China (375.000 millones de dólares solo en 2023).
- La trayectoria actual de la competencia geopolítica impulsada por las subvenciones industriales crea ineficiencias sistémicas, al tiempo que paradójicamente fortalece los mercados emergentes y las economías en desarrollo (EMDE).
De esto se desprenden tres ideas clave:
Las economías de mercados emergentes y en desarrollo, a pesar de ser receptoras de políticas, demuestran una mayor resiliencia económica que las economías avanzadas que impulsan la competencia por los subsidios. Sin embargo, esta distorsión estatal perjudica a muchos, ya que distorsiona la asignación de capital y genera desequilibrios a largo plazo.
Las iniciativas de integración regional ofrecen esperanza, dado el gran tamaño de muchos mercados emergentes; sin embargo, los patrones comerciales que se centran en segmentos de un mercado y excluyen a otros generan ineficiencias a largo plazo. Si los mercados no aprovechan todas las ventajas competitivas de la cadena de suministro, los costos aumentan.
El desafío político para las economías de mercados emergentes y en desarrollo (EMDE)consiste en convertir la resiliencia a corto plazo en competitividad sostenible mediante una mejor asignación de capital, la innovación y una gobernanza fiscal coordinada.
El giro hacia una competencia impulsada por la geopolítica plantea desafíos sin precedentes para las economías de mercado emergentes. Para las economías en desarrollo, el aumento de las subvenciones anticompetitivas en EE. UU., la UE y China amenaza con desviar los flujos de inversión mundiales, intensificando los temores de desindustrialización y marginación tecnológica.
La desigual capacidad fiscal y el acceso limitado a los mercados de capitales a largo plazo restringen la capacidad de las economías en desarrollo para implementar medidas de apoyo industrial comparables, lo que profundiza las asimetrías competitivas.
Para demostrar los efectos distorsionadores del mercado de esta política industrial impulsada por la geoseguridad, la industria china de semiconductores recibió 2820 millones de dólares en subsidios durante 2023, lo que benefició a empresas como BYD, que obtuvo 1600 millones de dólares en subsidios para la compra de vehículos eléctricos. El sector estadounidense de vehículos eléctricos se benefició de subsidios en 2008 y, posteriormente, en 2022, en virtud de la Ley de Reducción de la Inflación. La UE comenzó a subvencionar los vehículos eléctricos en 2021 y grava las emisiones de carbono importadas al bloque mediante el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono, lo que encarece y reduce el atractivo de las importaciones relacionadas con el acero.
Estas medidas unilaterales plantean desafíos directos para los países en desarrollo, al erosionar la competitividad de sus exportaciones y limitar el progreso industrial. Según el economista Raghuram Rajan, la competencia basada en subsidios ha elevado los costos de capital para las economías de mercado emergentes en general, ya que deben pagar una prima adicional para atraer inversores. El endurecimiento de las condiciones financieras mundiales agrava este riesgo, dejando a muchas economías de mercado emergentes con un margen fiscal reducido y una creciente carga del servicio de la deuda.
Control a través de los recursos
Paradójicamente, la actual contienda geopolítica también podría fortalecer las economías de las economías emergentes y en desarrollo, ayudándolas a desarrollar resiliencia para cuando los mercados rechacen las ineficiencias acumuladas y comiencen a corregirse. Las economías críticas ricas en minerales han implementado medidas económicas correspondientes, como el aumento de la propiedad estatal, los impuestos y las restricciones a las exportaciones, para impulsar la generación de valor agregado local en un contexto de competencia impulsada por la geoseguridad.
Más de 18 países han reestructurado sus leyes mineras para obtener mayor valor de sus recursos minerales críticos mediante la imposición de prohibiciones a la exportación. Por ejemplo, las prohibiciones a la exportación de níquel en Indonesia impulsaron 25 000 millones de dólares en inversiones en la cadena de valor. Mientras tanto, los mercados emergentes captaron 220 300 millones de dólares en crecimiento del comercio intrarregional entre 2022 y 2023, y tan solo Vietnam atrajo 38 230 millones de dólares en compromisos de inversión extranjera directa en 2024.
- Para mantener estos logros se requiere estabilidad institucional, entornos regulatorios predecibles e inversión en capital humano para evitar una “carrera a la baja” en la competencia por las cadenas de suministro globales.
La unión hace la fuerza.
Para los países en desarrollo, la profundización de los mercados regionales y la convergencia regulatoria son imperativos estratégicos para fortalecer el poder de negociación colectiva y la resiliencia frente a las distorsiones de los subsidios globales. Inspirándose en la experiencia de la UE, los esfuerzos de integración regional se están acelerando a nivel mundial.
La Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA), el mayor bloque comercial del mundo por número de países participantes, que abarca a 1300 millones de personas y un PIB de 3,4 billones de dólares, es el modelo de crecimiento del continente. El comercio interafricano alcanzó los 220 000 millones de dólares por primera vez en 2024. Mientras tanto, la economía de la ASEAN, valorada en 3,98 billones de dólares, continúa profundizando su integración, beneficiándose de los avances en conectividad digital.
Pero la experiencia europea demuestra que la integración de mercados por sí sola no basta. Un año después de la entrada en vigor del mercado único europeo en 1993, Estados Unidos creó el TLCAN, su propia zona de libre comercio. El tamaño del mercado de la UE y del TLCAN era de 7,2 billones de dólares y 8 billones de dólares, respectivamente, en 1993; para 2024, el de la UE había aumentado a 19,4 billones de dólares, mientras que el del T-MEC (nuevo TLCAN) creció hasta los 33,3 billones de dólares (más de 1,7 veces el anterior).
- Para los países en desarrollo, la lección es clara: la escala y la integración de mercado importan, pero deben ir acompañadas de innovación y valor añadido en lugar de depender de materias primas.
La crisis financiera de 2008 puso de manifiesto limitaciones estructurales, con un crecimiento del PIB de la eurozona que, en promedio, ha sido de apenas el 1,1 % anual durante las últimas dos décadas. El informe de competitividad de Mario Draghi para la UE de 2024 identifica tres deficiencias críticas: un déficit de innovación con EE. UU. y China; mercados de capitales fragmentados que limitan la inversión de capital riesgo; y una excesiva complejidad regulatoria que frena el avance tecnológico. Estas mismas deficiencias estructurales —ecosistemas de innovación débiles, mercados de capitales poco profundos y una regulación fragmentada— son aún más graves en la mayoría de las economías de mercado emergentes y en desarrollo, lo que aumenta su vulnerabilidad ante las crisis externas.
- El informe Draghi aborda una era de intensa competencia geopolítica. De igual modo, los países en desarrollo deben afrontar cómo conciliar sus ambiciones de libre comercio con la necesidad de autonomía estratégica y una industrialización alineada con el clima.
La cuestión fundamental es si la mala asignación masiva de recursos, derivada de la competencia geopolítica, provocará correcciones de mercado antes de lo previsto. Si las economías de mercados emergentes y en desarrollo (EMDE) logran actuar como fuerzas estabilizadoras mediante una mayor eficiencia del capital y una dinámica de mercado competitiva, podrían evitar paradas repentinas de la economía mundial y, al mismo tiempo, obtener beneficios desproporcionados, aunque solo temporalmente.
Para prosperar, los países en desarrollo deben fortalecer sus sistemas financieros nacionales, invertir en capacidades industriales resilientes y salvaguardar su margen de maniobra política dentro de las arquitecturas globales de comercio y finanzas.