El alto índice de cesáreas en Perú, especialmente en clínicas privadas, afecta la economía de mujeres emprendedoras. Este artículo revela sus consecuencias y propone soluciones desde las microfinanzas.

(*) Artículo publicado en la edición 234 de la revista Microfinanzas https://statuscomunicaciones.pe/microfinanzas/M234.pdf
Por Raúl Mauro Machuca, ingeniero economista y docente universitario
En Perú, una de cada tres mujeres da a luz a través de una cesárea, según revela la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) del año 2023 (ver Gráfico 1).
El dato, por sí solo, ya alarma. Pero lo que realmente enciende las alertas es la desigualdad que esconde: mientras en el sistema público esta práctica representa el 30% de los partos, en el sector privado la cifra alcanza el 73%. Más del doble del umbral máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que lo sitúa entre el 10 y el 15%.
¿Estamos frente a una epidemia quirúrgica motivada por razones médicas? La respuesta, como demuestran diversos estudios, es un rotundo no. En muchos casos, el bisturí no salva vidas: genera ganancias. Esta realidad tiene implicancias que van más allá del sistema de salud. Para el mundo de las microfinanzas, que acompaña de cerca la vida económica de miles de mujeres peruanas, se trata de un problema que toca las fibras de la productividad, el empoderamiento económico y la justicia social.
El negocio detrás del quirófano
Las cesáreas, cuando son necesarias, son una maravilla de la medicina moderna. Pero cuando se convierten en una rutina programada por conveniencia operativa y financiera, dejan de ser una solución para convertirse en un síntoma de un modelo de atención distorsionado (ver Gráfico 2).
En las clínicas privadas, una cesárea es más fácil de planificar, requiere menos tiempo del equipo médico y, lo más importante para algunos centros, es más rentable. Diversas investigaciones revelan que hasta el 41% de las cesáreas en Perú no tienen justificación clínica clara. Este patrón sugiere una conversión progresiva de lo que debería ser una intervención de emergencia en un servicio estándar con fines comerciales.
El rol de las aseguradoras también alimenta esta lógica. Mientras un parto vaginal prolongado implica más recursos y tiempo, las cesáreas suelen ser aceptadas sin cuestionamiento por las pólizas de salud.
Esto genera un incentivo perverso: la cirugía aparece como una salida rápida, incluso si no es la mejor opción para la madre o el bebé.
Además, persiste un mito muy difundido: que la cesárea es “más segura”. Aunque parezca paradójico, lo contrario suele ser cierto. El recién nacido enfrenta mayores riesgos de complicaciones respiratorias, y la madre puede sufrir infecciones, hemorragias y una recuperación prolongada.
Las heridas invisibles: impacto económico en las mujeres vulnerables
Para muchas mujeres emprendedoras, especialmente en contextos de bajos ingresos, el parto no solo marca el inicio de una nueva etapa familiar. También puede determinar el rumbo de su estabilidad financiera.
Una cesárea implica una recuperación de varias semanas. Mientras que una mujer que da a luz por vía vaginal puede volver a sus labores en pocos días, una madre operada necesita reposo prolongado. Para una comerciante, una agricultora o una operaria textil, ese tiempo sin ingresos puede significar el incumplimiento de sus cuotas de repago de un crédito, perder su clientela o comprometer el capital de trabajo de su negocio.
El endeudamiento posoperatorio es otra cara de la moneda. Aunque el seguro cubra el acto quirúrgico, muchos de los gastos adicionales —medicinas, transporte, consultas— corren por cuenta de la familia. En ese trance, no es raro que recurran a préstamos informales, con tasas elevadas o condiciones abusivas, iniciando un ciclo de endeudamiento que puede resultar difícil de romper.
Y el problema no termina ahí. Complicaciones derivadas de cesáreas innecesarias pueden traer consecuencias médicas en futuros embarazos o requerir nuevos tratamientos. Para una familia de escasos recursos, estos eventos inesperados pueden llevar a la venta de herramientas o máquinas de trabajo, la reducción del consumo o, en casos extremos, la interrupción de la educación de sus hijos para que colaboren económicamente.
Microfinanzas como agente de cambio
Las instituciones de microfinanzas no pueden ser ajenas a la realidad que acabamos de describir. A la par que acompañan los esfuerzos de miles de mujeres para salir adelante, pueden aportar con un papel más grande que solo colocar sus créditos a través de tres mecanismos cruciales: la educación, el diseño de productos y la incidencia política.
Primero, la educación financiera con enfoque en salud. No se trata solo de enseñar a manejar el dinero, sino de fortalecer la capacidad de decisión informada. Las capacitaciones pueden incluir módulos sobre derechos en salud reproductiva, cómo interpretar una póliza médica y qué preguntas hacer ante la sugerencia de una cesárea.
Segundo, el diseño de productos financieros adaptados a la realidad materna. Por ejemplo, créditos con períodos de gracia para mujeres que hayan pasado por cesáreas necesarias, o seguros complementarios que cubran el posoperatorio sin generar sobreendeudamiento.
Y tercero, una voz activa en el debate público. El sector microfinanciero, con su experiencia en campo, puede exigir regulaciones más estrictas sobre los protocolos de cesárea en clínicas privadas, así como mayor transparencia en los criterios médicos que las justifican.
Testimonios que reflejan una problemática estructural
Detrás de los porcentajes hay historias reales. Los casos descritos a continuación son hipotéticos pero reflejan una tendencia real. El primero, se trata de una comerciante en una ciudad prominente fuera de Lima. Su médico le recomendó una cesárea sin discutir otras opciones. Las tres semanas que pasó sin poder abrir su puesto de frutas fueron fatales para su pequeño negocio: incumplió dos cuotas de su préstamo y la entidad financiera le cerró nuevas líneas de crédito.
En Lima, varias clientas de microfinancieras adquirieron paquetes de maternidad en clínicas privadas que ofrecían la cesárea como parte del “servicio premium”. Lo que parecía atractivo en la promoción, resultó ser devastador en la práctica: las complicaciones no cubiertas por el seguro de salud las obligaron a endeudarse con préstamos informales lo que condujo a poner en riesgo el capital de trabajo de sus talleres y eventualmente algunas perdieron sus maquinarias.
Un modelo diferente es posible
El exceso de cesáreas en Perú no es solo una cifra preocupante en los reportes de salud. Es un obstáculo silencioso pero persistente para el desarrollo económico de miles de mujeres, afectando también el bienestar de sus familias y comunidades. Sin embargo, hay señales de esperanza. La Defensoría del Pueblo ha publicado un informe que marca un punto de inflexión: una oportunidad para transformar la práctica médica en favor de los derechos reproductivos, especialmente el derecho al consentimiento informado y la prevención de la violencia obstétrica.
Desde el sector de las microfinanzas, la respuesta debe ser integral:
• Como educadoras: desmontando mitos sobre el parto quirúrgico.
• Como aliadas: ofreciendo productos sensibles al ciclo de vida de sus clientas.
• Como voceras: denunciando prácticas médicas que atentan contra la equidad.
La cesárea no debe ser demonizada. Salva vidas cuando se usa con criterio. Pero tampoco puede ser banalizada. Cuando se convierte en norma por razones ajenas a la salud, es el tejido social y económico el que termina pagando la cuenta.
Datos que interpelan
• Una cesárea innecesaria puede representar hasta seis semanas de ingresos perdidos para una familia de bajos recursos. Esto puede resultar particularmente desafiante para aquellas mujeres que trabajan sin la cobertura de salud que le puede ofrecer un empleo formal, donde la legislación le puede brindar hasta 49 días de descanso pagado después del parto.
• Las mujeres con educación superior tienen en promedio 2.6 veces más probabilidad de tener su bebé por cesárea que una mujer con solamente educación primaria. Las mujeres del quintil más rico tienen 3.6 veces más probabilidad de tener su bebé por cesárea en comparación con una mujer del quintil más pobre de la sociedad peruana.
• Estudios recientes muestran índices de cesáreas más altas en provincias de la costa (Sullana, Trujillo, Lima, Tumbes, Tacna, Piura, Ica, entre otros) y las más bajas se ubican en la sierra y la selva (Chupaca, Datem del Marañón, San Marcos, San Ignacio, Requena, Huarochirí, entre otros).
Invertir en salud materna no es un lujo. Es una condición básica para la inclusión financiera, la reducción de la pobreza y el desarrollo con equidad.
Las microfinanzas tienen en esta causa una nueva frontera de impacto.

