Cusco, séptima en el ranking con retrocesos en todos los pilares, sufre un estancamiento económico tras el impacto del 30% en su economía por la pandemia, exigiendo políticas de reactivación.
(*) Artículo publicado en la edición 236 de la revista Microfinanzas https://statuscomunicaciones.pe/microfinanzas/M236.pdf
Cusco, una de las regiones más emblemáticas del Perú, enfrenta un panorama complicado en el Índice de Competitividad Regional (INCORE) 2025. Manteniendo su séptima posición desde 2023, la región ha experimentado un retroceso en todos los pilares evaluados, según el documento del IPE. El impacto económico de la pandemia, que afectó al 30% de su economía, ha dejado huellas profundas, evidenciando la necesidad de políticas urgentes para reactivar su desarrollo y recuperar el terreno perdido.
El pilar Entorno Económico refleja el principal desafío de Cusco. Este pilar, que mide indicadores como el PBI real per cápita, la tenencia de cuentas financieras y el uso de billeteras digitales, muestra un estancamiento significativo.
La región no ha logrado recuperar los niveles económicos previos a la pandemia, lo que limita su capacidad para generar riqueza y promover la inclusión financiera. En comparación con regiones como Moquegua, donde el 65% de los adultos tienen cuentas financieras, Cusco enfrenta un rezago en digitalización económica.
En el pilar Laboral, Cusco también registra un deterioro. Indicadores como la formalidad laboral, que mide el porcentaje de trabajadores con empleo formal, y la proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan (ninis) han empeorado. A diferencia de Arequipa, que alcanzó un 38% de formalidad laboral, Cusco no logra avances significativos, y las brechas de género en ingresos y participación laboral persisten, afectando la equidad en el mercado de trabajo.
El pilar Infraestructura presenta resultados mixtos. Aunque Cusco cuenta con una infraestructura turística robusta, el acceso a servicios básicos como agua potable y saneamiento es limitado en áreas rurales, lo que impacta negativamente su competitividad. El acceso a internet en escuelas, un indicador clave para la modernización educativa, también es deficiente, lo que agrava las brechas digitales en la región.
En Salud, Cusco enfrenta desafíos estructurales. Indicadores como la vacunación de menores de 3 años, la cobertura de personal médico público y la anemia infantil muestran un desempeño por debajo de regiones líderes como Moquegua. La persistencia de la anemia infantil, que afecta a una proporción significativa de la población, refleja la necesidad de mayores inversiones en el sistema de salud regional.
El pilar Educación también está a la baja, con retrocesos en la conclusión de secundaria y los logros educativos en primaria. La falta de acceso a internet en escuelas, un problema compartido con regiones como Loreto, limita la preparación de la población para un mercado laboral competitivo. En el pilar Instituciones, Cusco ha perdido terreno en la atomización de proyectos y enfrenta un deterioro en la percepción de la gestión pública y la victimización por delitos, lo que afecta la confianza ciudadana en una región donde el turismo es un pilar económico.
Cusco necesita un plan integral de reactivación económica que combine inversiones en infraestructura, salud y educación con políticas que fortalezcan la confianza en las instituciones.
Sin estas medidas, la región corre el riesgo de seguir perdiendo competitividad frente a líderes como Arequipa y Moquegua.