
Según una encuesta del Colegio de Psicólogos del Perú reveló que el 65% de docentes presenta síntomas de ansiedad, agotamiento o estrés. Las causas más frecuentes son la sobrecarga laboral, la presión institucional y la falta de acompañamiento psicológico.
“Se le pide a los docentes que formen personas resilientes, pero nadie les pregunta cómo están ellos”, afirma María Fernanda Saavedra, psicóloga especialista en terapias conductuales y acompañamiento pedagógico. Mientras acompañan a sus estudiantes emocionalmente y cumplen con exigencias académicas, la salud mental de los profesores sigue siendo una preocupación silenciada.
Aunque durante la pandemia se reconoció el rol emocional que cumplen los maestros, pocos cambios se han hecho para garantizar su bienestar. Hoy, muchos trabajan en condiciones emocionalmente exigentes, sin espacios de contención ni apoyo estructural.
“El docente no solo enseña: escucha, orienta y sostiene. Pero ese nivel de entrega tiene un costo emocional que no podemos seguir ignorando”, comenta Saavedra, también docente en Innova Teaching School (ITS).
¿Qué se puede hacer? Tres acciones clave para apoyar la salud mental docente
- Reconocer y validar el malestar
Sentirse cansado, frustrado o triste no es una señal de debilidad. Es una reacción natural frente a contextos exigentes. Hablarlo con otros colegas y dejar de ocultarlo es el primer paso.
- Fomentar espacios de cuidado entre pares
Las escuelas pueden promover círculos docentes, pausas activas grupales o momentos de descarga emocional, incluso breves, que fortalezcan la comunidad educativa.
- Practicar el autocuidado realista
El autocuidado no tiene una única forma. A veces basta con poner límites al trabajo fuera del horario, decir “no” sin culpa o desconectarse unos minutos al día sin presión de ser productivo.
“Cuidar a los docentes no debe ser un reconocimiento simbólico, sino una prioridad real si queremos una educación con sentido y futuro”, afirma Saavedra.
Una escuela que cuida también a quienes enseñan es una escuela más fuerte. Invertir en el bienestar emocional del docente no solo es justo, es estratégico: porque nadie puede acompañar el aprendizaje de otros si no se siente acompañado.