“La inclusión financiera no solo promueve el acceso a servicios bancarios, sino que también impacta positivamente en la seguridad alimentaria, los ingresos y el consumo”.
(*) Artículo publicado en la edición 228 de la revista Microfinanzas https://statuscomunicaciones.pe/microfinanzas/M228.pdf.
El reciente foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrado en Lima bajo el lema “Empoderar, Incluir y Crecer”, marcó un nuevo escenario para las microfinanzas globales. Este sector enfrenta retos significativos en el contexto postpandemia, mientras los países buscan recuperarse de las secuelas económicas y sociales dejadas por la crisis sanitaria.
A inicios del siglo XXI, Perú se posicionó como líder mundial en microfinanzas, reconocido por ofrecer un entorno favorable para esta industria. Sin embargo, el panorama actual revela profundas desigualdades: los programas de inclusión financiera alcanzan solo al 10% de las personas más pobres del mundo. Además, de cada 10 emprendimientos, solo 8 sobreviven durante el primer año. Esto evidencia que los esfuerzos no están llegando a quienes más lo necesitan.
En Perú, iniciativas como las de las cajas municipales de ahorro y crédito (CMAC) han sido fundamentales para mantener la industria microfinanciera a flote. No obstante, programas como Reactiva Perú, diseñados para apoyar a emprendedores, beneficiaron mayormente a grandes empresas, dejando desprotegidos a los pequeños negocios. Según el INEI, cerca del 30% de la población vive en pobreza, un indicador de alarma que exige un enfoque más inclusivo y efectivo.
La situación no es exclusiva de Perú. Datos del Banco Mundial señalan que 70 millones de personas viven en pobreza extrema en un universo de 700 millones en 88 países. En América Latina y el Caribe, la pobreza alcanzó su nivel más crítico del siglo, con una de cada cuatro personas viviendo con menos de $6.85 diarios en 2023.
Pese a este sombrío panorama, la región ha mostrado avances. La clase media se expandió al 41,1% de la población, impulsada en parte por el envío de remesas desde países industrializados. Sin embargo, el 31,5% de la población sigue siendo vulnerable, enfrentando altos riesgos de caer nuevamente en pobreza ante crisis económicas o shocks externos.
En términos de inclusión financiera, Brasil, Colombia y México lideran los esfuerzos en la promoción de finanzas sostenibles, según el Informe de Progreso Global de la IFC. Por ejemplo, en Brasil, el 84% de los adultos tiene acceso a una cuenta bancaria o monedero digital, mientras que México aspira a cerrar 2024 con un 77.2% de adultos vinculados al sistema financiero. A pesar de estos avances, los altos niveles de pobreza en ambos países, que superan el 50% en México y alcanzan el 27.5% en Brasil, reflejando las enormes desigualdades aún existentes.
La inclusión financiera no solo promueve el acceso a servicios bancarios, sino que también impacta positivamente en la seguridad alimentaria, los ingresos y el consumo. En Perú, el trabajo de instituciones como las CMAC, las cajas rurales y las cooperativas de ahorro y crédito ha sido clave en áreas como la educación financiera, la transformación digital y las finanzas verdes. La FEPCMAC ha jugado un papel esencial en este esfuerzo colectivo.
Sin embargo, los retos persisten. América Latina enfrenta una importante brecha de género en la calidad del empleo. En países como Perú, Ecuador y Bolivia, las mujeres enfrentan condiciones laborales mucho más precarias que los hombres, una situación que demanda soluciones urgentes.
Finalmente, el reciente lanzamiento de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza en la Cumbre del G20 en Río de Janeiro representa una oportunidad para coordinar esfuerzos globales. En este contexto, la colaboración entre gobiernos, organismos internacionales y el sector privado será crucial para construir sistemas financieros más inclusivos, que realmente empoderen a las poblaciones más vulnerables y fomenten un crecimiento sostenible.
El desafío está planteado. La inclusión financiera debe convertirse en un motor para reducir la pobreza y las desigualdades, fortaleciendo así el desarrollo económico y social en una región que, pese a las adversidades, aún tiene mucho potencial por explotar.