
En las playas de Bujama, en las calles de Mala y entre los cultivos que rodean esa ciudad, tres mujeres han encontrado en el emprendimiento sostenible una nueva forma de vida. En el marco del Día Internacional de la Mujer, que se conmemora este 8 de marzo, conoce las historias de Danitza Aburto, Gloria Torres y Faustina Huamaní y cómo están transformando realidades, generando ingresos adicionales y protegiendo el medio ambiente.
Danitza Aburto: La fuerza del mar y la lucha por sus sueños
El calor intenso y el constante brillo solar no detienen el paso de Danitza Aburto (44 años), presidenta de la Asociación de Playa Bujama. Como cada día, desde muy temprano, recorre la playa saludando a los primeros visitantes con una sonrisa que esconde historias de lucha y resiliencia.
Tercera de cuatro hermanos, la vida la forzó a madurar pronto. A los 12 años consiguió su primer trabajo en un minimarket de Mala. Su jornada empezaba desde las seis hasta las once de la mañana, por el pago de cinco soles diarios con los que ayudaba en casa. De ahí empalmaba con el colegio. A los 16 años, partió a Lima con la esperanza de un empleo mejor, pero regresó al poco tiempo porque la promesa de trabajo terminó siendo un engaño y sin pago alguno. Eso no la detuvo. Luego de esa experiencia, cuidó niños y laboró por años en un grifo como cajera. Ya con sus hijas, dos niñas pequeñas, el dinero escaseaba, por lo que se formó en costura en una Cetpro local para confeccionar prendas para niños y generar ingresos. A la par, alquilaba sombrillas a las orillas del mar de Bujama, el lugar que se convirtió en su refugio tras el más duro golpe de su vida, cuando perdió a su hermano.
El trabajo cerca al mar le devolvió gradualmente la fuerza y la impulsó hacia adelante. Recobró su deseo de superación y se inscribió para graduarse como auxiliar de educación inicial.«Cuando me siento mal, vengo a la orilla y grito. El mar me escucha», confiesa. Hoy, en la playa que la vio crecer, Danitza también participa en las iniciativas que buscan mejorar el turismo y proteger el entorno, las que han dado frutos con la mejora de la infraestructura de la playa y la llegada de más turistas. Su sueño es que Bujama sea reconocida por su riqueza natural y cultural. «Bujama tiene historia, tiene alma», dice con orgullo.
Gloria Torres: Nunca es tarde para aprender y emprender
El sonido de los chifles elaborados íntegramente con plátano maleño, inunda la pequeña tienda de Gloria Torres (52 años) en Mala. Con cada bolsa de “Puquchi” (plátano en aymara) que sale de sus estantes, siente que su esfuerzo y el de nueve mujeres que integran la Asociación de Ecoproductores de Derivados de Plátano Maleño (Ecodep) da frutos.
“Nunca es tarde para aprender”, dice. Desde niña, tras salir de su natal Ayacucho, supo que el trabajo era el único camino para salir adelante. Por eso, a pesar de las dificultades, se las ingenió para aprender a comerciar y vender condimentos en los mercados. Ya establecida en Mala, ciudad que la cautivó por su tranquilidad, ahorró y con mucho esfuerzo, abrió una bodega que se convirtió en la principal fuente de ingresos con la que pudo alimentar y educar a sus tres hijos, hoy ya adultos.
Nunca tuvo miedo de empezar de nuevo. Por eso, hace año y medio, una oportunidad cruzó su camino y no la desaprovechó. Escuchó que se estaba formando una iniciativa, apoyada por Profonanpe y financiada por la minera Condestable, para impulsar negocios sostenibles a través de asociaciones locales. En las charlas, descubrió que la producción de chifles con insumos locales podía ser una nueva forma de generar ingresos adicionales y ayudar su economía y la de otras mujeres. No lo pensó dos veces y se unió al emprendimiento. Así, lo que comenzó como una pequeña idea, hoy es una asociación que ha producido 660 kilos de chifle a partir de 3700 kilos de plátano y que sueña en grande. «Me gustaría que nuestro producto fuera conocido fuera de Mala y por qué no, en el extranjero», pronuncia Gloria con convicción.
«Una vez a la semana, nos juntamos para la producción de los chifles. Al igual que el resto del equipo, llevo unas 25 bolsas y las vendo. Si nos convocan a alguna feria, también estoy presente con el producto”, cuenta. Por cada una de estas acciones, ella recibe un pago con el que mejora sus ingresos. “Siempre he querido tener algo grande, un negocio sólido. No importa si hay días difíciles, lo importante es no rendirse», afirma. Es esa perseverancia la que la acompaña y la que transmite a sus hijos y nietos.
Faustina Huamaní: la mujer que cuida y nutre la tierra
Cuando Faustina Huamani (42 años) mira los campos de Mala, su corazón se inunda con un orgullo secreto. Muchas de las tierras en las que hoy maduran plátanos y uvas han sido nutridas con un producto amigable con el ambiente elaborado por 10 mujeres y 2 hombres, que ella lidera.
Faustina llegó a Lima hace 37 años desde Chalhuanca, en Apurímac. Su familia, integrada por cinco hermanos, buscaba un futuro mejor. Después de varias idas y vueltas, decidieron establecerse en Mala. Ella siempre quiso estudiar, pero muchas circunstancias se lo impidieron. Ya casada y con cuatro hijos, se enfocó en trabajar en el mantenimiento de casas como una manera de apoyar el trabajo de su esposo. Sin embargo, la necesidad de atender mejor la salud de su mamá y de generar más ingresos, la impulsaron a estudiar enfermería técnica, carrera que inició el 2019 y terminó hace dos años. “Yo siempre acompañaba a mi mamá al puesto de salud y muchas veces la trataban mal. Eso me motivó. Pensé en que para ser alguien en la vida no hay edad, solo ganas de salir adelante”, cuenta. Mientras tramitaba sus documentos, una amiga le contó que se estaban haciendo capacitaciones para emprender un negocio local con el que se podría ganar un dinero adicional. Ella acudió a la charla y se sorprendió de ver a personas jóvenes y adultas mayores entusiasmadas en producir biofertilizantes. Así nació la Asociación de Productores de Biofertilizantes de Mala (Probima). “Empezamos 22 personas y hoy somos 12, pero seguimos firmes”, dice. La asociación produce fertilizantes naturales a partir de residuos orgánicos y los distribuye a agricultores locales.
“Nos decían que era una pérdida de tiempo, pero nuestro trabajo ya da resultados”, afirma con seguridad. Desde el año pasado, han creado dos marcas: La Brillosita, bajo la que comercializan removedores de grasa y jabones, y Nutri Yawar, bajo la que venden un biofertilizante orgánico líquido.
“El biofertilizante Nutri Yawar, producto no tóxico, ha mejorado, de forma comprobada, cultivos de uva, el plátano en Mala y de papa en Huancayo”, comenta. Mientras organiza su vida entre el trabajo, la familia y la asociación, Faustina no pierde de vista su gran sueño: que estos productos sean reconocidos en todo el país y más allá. “Queremos llegar lejos, ser un ejemplo para nuestra comunidad”, dice con firmeza. Y con la determinación que la ha llevado hasta aquí, no hay duda de que lo logrará.