
- El repunte del oro siguió en marcha el jueves, y el tono que lo sustenta no ha cambiado: la incertidumbre macroeconómica se acumula justo cuando el impulso político se vuelve más favorable, y los inversores se inclinan decididamente por una cobertura clásica.
- Hay dos factores macroeconómicos que están influyendo en gran medida. En primer lugar, el riesgo político es elevado. Las fricciones entre Estados Unidos y China siguen aumentando —extendiéndose a los aranceles, los controles a la exportación y nuevas disputas sobre tasas— lo que empuja a los inversores hacia activos que se adaptan bien a los distintos regímenes geopolíticos.
- Esa demanda se ha visto reforzada por el estancamiento de la financiación en Washington: con el Gobierno federal aun parcialmente cerrado y la visibilidad de los datos oficiales mermada, los mercados están optando por la protección en lugar de la precisión. Ambas fuerzas favorecen una prima de refugio más grande y persistente en el oro.
- En segundo lugar, el contexto de los tipos de interés y el dólar es cada vez más favorable para el oro. El tono de las comunicaciones de la Fed se ha vuelto más moderado, e incluso las voces tradicionalmente más agresivas están barajando ahora otra bajada de un cuarto de punto en la reunión de este mes. Una senda de flexibilización gradual reduce el coste de oportunidad del oro y, lo que es más importante, ha restado algo de fuerza al dólar, lo que supone otro factor favorable para el XAU.
Si se mantiene la tendencia a corto plazo (un ligero alivio en los tipos a corto plazo y unos rendimientos a largo plazo estables debido al déficit y al riesgo de inflación), el resultado seguirá siendo favorable para el oro, ya que el impulso de la moneda es más importante que el ruido de la prima de plazo para el oro en horizontes de varios meses.
- Los flujos y el posicionamiento están amplificando esos empujones macroeconómicos. La demanda de ETF se ha acelerado —las tenencias del SPDR Gold Trust han vuelto a los máximos registrados a mediados de 2022—, mientras que los bancos están revisando al alza sus previsiones en respuesta a las compras persistentes de los bancos centrales y a la combinación de factores macroeconómicos. Esa dinámica de flujos puede reforzarse a sí misma cuando los precios alcanzan máximos históricos: los precios más altos atraen asignaciones incrementales de inversores sistemáticos y con restricciones de mandato, lo que a su vez mantiene las caídas moderadas, a menos que la narrativa macroeconómica cambie de forma decisiva.
- De cara al futuro, si el cierre se prolonga y las tensiones entre Estados Unidos y China mantienen vivo el riesgo de titulares, la demanda de refugios seguros debería seguir siendo resistente. Un dólar más débil o dentro de un rango limitado, bajo la continua flexibilización de la Fed, ampliaría ese colchón.
- El riesgo para la tendencia alcista sería una rápida mejora en la claridad de las políticas —un acuerdo de financiación que restablezca el flujo de datos, una distensión en las salvas comerciales— junto con unos rendimientos a largo plazo más rígidos que revitalicen el dólar. Esa combinación podría desencadenar una reestructuración de posiciones en los ETF y los futuros.
Sin embargo, en ausencia de ese panorama macroeconómico más claro, el régimen actual —incertidumbre política, flexibilización de la Fed, dólar débil, fuerte demanda de ETF y del sector oficial— sigue indicando que es más probable que las caídas se aprovechen para comprar que se mantengan.