
- «La narrativa actual del WTI se está escribiendo en la intersección de la geopolítica, el exceso de oferta en Estados Unidos y la ansiedad por la demanda, y se trata de un delicado equilibrio más que de una historia unidireccional.
El tono inicial lo marcó Washington al afirmar que el primer ministro indio Modi se había comprometido a reducir o detener las compras de crudo ruso, una medida que podría desviar significativamente los flujos mundiales y tensar algunos mercados. Esa afirmación, realizada por el presidente Trump, sacudió el mercado y provocó flujos especulativos hacia expectativas de un suministro más ajustado.
- Sin embargo, más allá de los titulares, no hay ningún cambio de política confirmado por parte de la India, y las refinerías nacionales se muestran cautelosas, haciendo hincapié en que cualquier reducción será gradual y no brusca.
Estas primas geopolíticas hicieron subir los precios, pero su fuerza se ve continuamente atenuada por las preocupaciones sobre el exceso de oferta por parte de Estados Unidos. Según la Administración de Información Energética, la producción de crudo de EE. UU. alcanzó recientemente un récord de ~13,636 millones de barriles diarios.
Mientras tanto, la producción en alta mar también está cobrando impulso: los analistas esperan que la producción del Golfo de México contribuya de manera significativa este año, ya que las nuevas tecnologías de perforación y los vientos favorables en materia de regulación respaldan el crecimiento. Así pues, aunque algunos flujos geopolíticos amenazan con restringir ciertos corredores, los barriles estadounidenses están inundando el mercado.
A la presión sobre la oferta se suma el tono cada vez más pesimista de la AIE, que ahora prevé un importante superávit mundial en 2025 y 2026, del orden de 2,35 millones de barriles diarios en 2025, que seguirá creciendo en 2026. Esa previsión de superávit se ha convertido en un techo psicológico para el alcance de la especulación alcista.
En segundo plano, acechan los temores sobre la demanda: la tensión comercial entre Estados Unidos y China sigue siendo una «nube negra» estructural sobre el crecimiento mundial. Cada amenaza arancelaria o medida de control de las exportaciones socava la actividad industrial y el uso del transporte, lo que empaña las previsiones de consumo de petróleo. No es que la demanda actual se esté desplomando, pero en un entorno en el que la oferta es abundante, incluso una modesta debilidad de la demanda se convierte en un lastre significativo.
De cara al futuro, la señal geopolítica —es decir, la postura de la India respecto al petróleo ruso— sigue siendo la incógnita. Si la India reduce de forma decisiva las importaciones rusas, el mercado podría bifurcarse: los barriles rusos encontrarían destinos alternativos, mientras que los equilibrios relativos del Atlántico y EE. UU. se tensarían y los diferenciales temporales (cercanos frente a lejanos) reflejarían esa tensión. Pero, a falta de una medida política audaz, esa narrativa de «tensión» seguirá siendo más teórica que real.
En cuanto al suministro estadounidense, es poco probable que los niveles récord de producción se reviertan rápidamente. A pesar de que el crecimiento en tierra firme se ralentiza en los yacimientos maduros, los avances en la perforación en alta mar y en aguas más profundas están llenando el vacío.
Dicho esto, la utilización de las refinerías y la demanda de productos (gasolina, diésel) cobrarán más importancia con el tiempo: si las refinerías tienen dificultades para absorber el flujo de manera eficiente, las reservas de crudo persistirán y limitarán el alza.”