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¿Por qué no hay empleos formales para los jóvenes? La respuesta no está en las leyes

A pesar del crecimiento del empleo formal en los últimos años, menos del 10% de los nuevos puestos han sido para jóvenes. La explicación de esta paradoja no se encuentra en la rigidez de las leyes laborales, sino en una economía concentrada y de baja innovación que ahoga la competencia y frena la creación de empleo de calidad.

La pregunta final es inevitable: ¿seguiremos discutiendo cómo precarizar el trabajo existente o por fin abriremos el debate para crear el trabajo del futuro?, cuestiona Raúl Mauro Machuca.
30/10/2025 11:54

(*) Artículo publicado en la edición 239 de la revista Microfinanzas https://statuscomunicaciones.pe/microfinanzas/M239.pdf

Cada año, más de 130 mil de jóvenes peruanos se gradúan de las universidades peruanas con la ilusión de poner en práctica sus conocimientos, pero se topan con una paradoja: su diploma parece no ser la llave para un empleo formal. Mientras se insiste en flexibilizar las normas laborales, el verdadero freno al empleo juvenil formal podría estar en la estructura concentrada y poco innovadora de la economía peruana. El desafío es abrir los mercados, no precarizar el trabajo.

El debate

En los últimos años, el debate sobre el mercado laboral en el Perú se ha centrado en la idea de la “flexibilización” como solución al estancamiento del empleo formal. Aunque es un argumento popular en ciertos círculos, esta visión choca con una realidad económica más compleja. La evidencia reciente sugiere que el problema no radica tanto en la rigidez de las normas laborales, sino en la estructura misma de la economía: un sistema altamente concentrado, poco innovador y con escasa capacidad de generar nuevos empleos formales, especialmente para los jóvenes.

De acuerdo con el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE), entre enero de 2018 y abril de 2025, el número total de empleos formales pasó de 3,4 a 4,18 millones, lo que representa un crecimiento acumulado del 23%. No obstante, el empleo formal juvenil (18 a 29 años) apenas aumentó de 1,01 a 1,10 millones, es decir, solo 9%. En la práctica, por cada nueve empleos formales creados en los últimos siete años, apenas uno benefició a un joven.

Esta brecha no se explica únicamente por las leyes laborales. Más bien, parece responder a un fenómeno más de fondo: la baja innovación y escasa renovación productiva. En el Perú, buena parte de los sectores estratégicos —como energía, transporte, telecomunicaciones, banca, alimentos o comercio minorista— está dominada por grupos empresariales altamente concentrados, cuyas posiciones de mercado limitan drásticamente el ingreso de nuevos competidores. Más de 4 millones de MIPYMES del país, que son el caldo de cultivo natural para nuevas ideas y modelos de negocio, encuentran un techo para crecer debido a las barreras impuestas por los principales jugadores que dominan el mercado.

La lógica de la concentración, si bien puede generar estabilidad y economías de escala, también tiende a ahogar la innovación. Las empresas grandes suelen proteger su cuota de mercado antes que arriesgarse a experimentar con nuevos modelos productivos o tecnologías disruptivas. El resultado es un ecosistema económico donde la “destrucción creativa”, base del progreso económico, es poco viable. Y más bien el retroceso en la productividad se hace persistente como se puede apreciar en el Gráfico 1.

Este diagnóstico coincide con las conclusiones de los economistas Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, ganadores del Premio Nobel de Economía 2025. Según sus investigaciones, el crecimiento sostenido ocurre allí donde existe libertad para innovar, es decir, donde las nuevas ideas pueden competir con las estructuras establecidas. En cambio, cuando predominan monopolios o mercados cerrados, la competencia se debilita, la productividad se estanca y la economía deja de crear empleos de calidad.

El caso peruano ilustra bien esta situación. A pesar de contar con una de las poblaciones jóvenes más educadas de la región, el mercado formal ofrece cada año menos oportunidades reales de inserción. Las empresas consolidadas prefieren optimizar costos antes que invertir en nuevas líneas de negocio; los jóvenes profesionales, por su parte, enfrentan la disyuntiva de aceptar empleos para los que no era necesario su grado universitario, o sino migrar hacia la informalidad.

Si a ello se suma un marco institucional que no incentiva la innovación tecnológica ni la productividad en las micro y pequeñas empresas, el resultado es un mercado laboral rígido por el lado equivocado: rígido no por exceso de protección al trabajador, sino por falta de renovación empresarial.

En ese orden de ideas, la respuesta no debería ser “flexibilizar” aún más el empleo, sino abrir la economía a la innovación y a nuevos actores productivos. En otras palabras, flexibilizar los mercados para que nuevos jugadores puedan competir, crear y formalizarse. La discusión pública debe moverse de la idea de ‘flexibilizar el trabajo’ a la de ‘flexibilizar la producción’. Esto implica desmontar las barreras de entrada que sostienen la concentración económica. Por ejemplo, simplificar los trámites de licencias que favorecen a grandes cadenas, o asegurar el acceso no discriminatorio a redes de distribución que hoy controlan unos pocos actores. También significa facilitar el acceso al crédito para startups tecnológicas a través de fondos de capital de riesgo, en lugar de depender únicamente del sistema bancario tradicional. Solo así será posible dinamizar el empleo formal juvenil de manera sostenible. Flexibilizar para innovar, no para despedir.

Las micro y pequeñas empresas —que representan más del 95% del tejido empresarial peruano— pueden ser la clave de esta transformación. Si se les dota de tecnología, capacitación y redes comerciales, podrían convertirse en verdaderos laboratorios de innovación productiva. De esa manera, la formalización dejaría de ser un trámite y pasaría a ser un instrumento de productividad y generación de empleo juvenil de calidad.

El reto es claro: innovar para crecer. Mientras la economía siga atrapada en estructuras concentradas, la juventud peruana continuará siendo un recurso subutilizado. Pero si se abren las puertas a la competencia y a la creatividad, el país podrá no solo crecer, sino crecer mejor —con más innovación, más productividad y más oportunidades para las nuevas generaciones. La pregunta final es inevitable: ¿seguiremos discutiendo cómo precarizar el trabajo existente o por fin abriremos el debate para crear el trabajo del futuro? La respuesta determinará si el potencial de nuestra juventud es un motor de progreso o un recurso que quedará subutilizado a perpetuidad.

Tags: Empleo formal Empleos formales Leyes Laborales Raúl Mauro Machuca

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