
Las dos economías más grandes del mundo ya no están «peleándose entre sí»: ahora están enfrascadas en una guerra comercial a gran escala, dice el director ejecutivo del gigante mundial de asesoría financiera deVere Group.
Los comentarios de Nigel Green siguen a la decisión del presidente Donald Trump de aumentar inmediatamente los aranceles a las importaciones chinas al 125%, junto con la represalia ojo por ojo de China, lo que ha lanzado el conflicto a una nueva fase peligrosa con graves implicaciones para los inversores de todo el mundo.
La escalada es aguda e inconfundible. La medida de Trump se produjo apenas horas después de que China impusiera un arancel adicional del 50% a los productos estadounidenses, sumándose a los aranceles del 34% que ya había anunciado. «Ya no es una guerra de palabras, sino una guerra de hechos, y sus efectos se extenderán a todas las principales clases de activos, industrias y economías», afirma Nigel Green.
Al mismo tiempo, Trump anunció una pausa de 90 días en la implementación total de aranceles para ciertos países, citando la iniciativa de más de 75 naciones dispuestas a negociar. Esta retirada parcial reconoce que los riesgos de una repercusión económica son reales y están aumentando. «No hay que ponerse los guantes», dice Nigel Green.
Para los inversores, esto probablemente marca el inicio de un período de profunda volatilidad, profundas oportunidades y profundos riesgos. Continúa: «El mito de que las guerras comerciales son ‘fáciles de ganar’ ha quedado destrozado. «Cuando las dos economías más grandes del mundo se enfrentan, no hay ganadores fáciles, solo daños transferibles».
Para los inversores, el mensaje es duro: ahora es necesario revisar las suposiciones basadas en años de relativa paz comercial. La diversificación entre clases de activos, sectores y geografías se vuelve aún más crítica. Las estrategias que dependen en gran medida del crecimiento global continuo tendrán que ser puestas a prueba bajo la realidad de una economía mundial más desacelerada y fracturada.
La pausa de 90 días de Trump para los países que no tomen represalias resalta otra verdad clave: los mercados, las empresas y los consumidores tienen tolerancia cero ante la inestabilidad económica sostenida. «El cambio de postura de la administración demuestra que incluso los arquitectos de políticas agresivas deben responder cuando los costos se vuelven demasiado visibles como para ignorarlos». Aun así, la trayectoria subyacente es clara. La relación entre Estados Unidos y China está entrando en un período de hostilidad abierta que no se resolverá fácilmente. Incluso si se reanudan las negociaciones, la confianza necesaria para una cooperación genuina se ha visto gravemente erosionada.
Por ahora, es probable que los mercados oscilen entre la esperanza y el miedo. Las fuertes subidas ante el más mínimo indicio de diplomacia serán seguidas por brutales liquidaciones cuando las hostilidades se intensifiquen. Los inversores preparados, ágiles y con una diversificación global estarán mejor posicionados para capear estas olas.
Los inversores deben evitar la complacencia, resistir las reacciones emocionales y reconocer que el juego ha cambiado fundamentalmente. «La guerra comercial entre Estados Unidos y China ya no es un riesgo; es una realidad», afirma Nigel Green. «Y quienes se adapten más rápido no solo protegerán su patrimonio, sino que también descubrirán oportunidades que otros pasan por alto». «La era de las suposiciones fáciles ha terminado.»