El presidente de IPAE, Gonzalo Galdos, evalúa, en esta segunda parte de la entrevista con Microfinanzas con motivo de la CADE 2022 que se inicia este martes, la crisis en la educación del Perú y cómo afecta a los jóvenes, así como el fenómeno de la polarización política y social.
Por Javier Parker Chávez
El Perú vive una grave crisis política y un acelerado deterioro de su institucionalidad. ¿Esto no tiene que ver en el fondo con el fracaso de la educación? La muestra más palpable la tenemos con un presidente profesor en el periodo gubernamental más caótico que se recuerde de este siglo.
Sería un fracaso de la educación si en algún momento hubiéramos tenido una educación de calidad. Es consecuencia de no tener un sistema educativo de mínima calidad. Esta es una historia que se remonta a la crisis económica de los años ochenta cuando el Estado no tenía recursos económicos para seguir construyendo colegios, para seguir aportando al presupuesto de las universidades.
Pero, por otro lado, habla de la crisis familiar de supervivencia, las crisis de supervivencia han sido bajo la perspectiva de que la familia se defendía frente al Estado. La informalidad, en cierta manera, es un refugio de las crisis frente a lo que se considera un trato abusivo del Estado, que lo poco que puedas ganar es casi confiscatorio con los impuestos porque no hay un régimen suficientemente diferenciado y que estimule la formalización.
La informalidad y el hecho de tener los intereses de la familia por encima de los intereses de la sociedad en su conjunto también muestra un sistema que es producto de vivir en muchas crisis durante mucho tiempo.
¿Es un problema tanto de la educación pública como de la privada?
La educación pública que tenemos deja mucho que desear, pero también la educación privada, si bien es de razonable calidad, también tenemos personas con muy buena educación evadiendo normas de tránsito, comportándose de una forma que no se condice con la educación que han recibido.
En el fondo lo que exacerba eso es una situación en la que no prevalece el imperio de la ley. Por ejemplo, en el Callao, siendo una de las provincias con mayores índices de delincuencia, es uno de los lugares con menor infracción a las reglas de tránsito. Eso demuestra que es una mezcla de educación y de valores, pero al mismo tiempo un sistema que empodere y que supervise, y en esto último el Estado ha fracasado.
Entonces, no es tan sencillo explicar que todo es un problema de educación, pero eso nos hace ver lo importante que es la educación como uno de los focos centrales de cualquier gobierno. Mejorar la educación es un pilar fundamental para la sostenibilidad de la sociedad.
¿El deterioro de la educación pública no se inició cuando en los años setenta se politizó el sindicalismo en dicho sector?
No hay duda de eso. Hubo algunas acciones que fueron realmente devastadoras para la sociedad, por ejemplo, el hecho de que algunos partidos políticos, sobre todo de extrema izquierda, vieron en el sistema educativo un reducto indispensable de capturar para adoctrinar a la niñez y a la juventud.
En todos los países de la región los ministerios de Educación o los sistemas educativos públicos se convierten en un blanco particularmente importante desde el punto de vista político para estos líderes de extrema izquierda porque a través de ese control se puede cambiar la historia del país en un abrir y cerrar de ojos. Convertir a un héroe en un villano y a un villano en héroe, y cambiar los hechos históricos, darle un contexto a la medida y adoctrinar a la niñez y juventud en consecuencia con su línea política e ideológica. Hacer proselitismo.
Esto ha sucedido en el país y ha descompuesto la calidad del sistema educativo y prácticamente destruyó el sistema educativo universitario. Hasta ahora no se recupera a pesar de la creciente demanda por educación superior. No hay capacidad de aumentar las vacantes en el sistema público universitario, un síntoma muy claro de la crisis que vivimos en la educación.
El mayor activo
Se habla de los jóvenes como el mayor activo que tiene un país, la fuerza que empujará hacia el cambio. Sin embargo, un porcentaje bastante significativo de ellos ha tenido un comportamiento contrario. Hubo una violenta oposición a la Ley de régimen laboral juvenil, conocida como Ley Pulpín, y un fuerte anti voto en la última elección presidencial. Ambos hechos tienen resultados negativos para el futuro de ellos mismos. Incluso, entre las nuevas generaciones no se ve claramente a líderes que garanticen ese cambio que requiere el país.
Un colegio es una institución para formar, no para reformar. Para reformar hay instituciones especializadas. Si en la casa, en el hogar, no hay una buena educación, es muy poco lo que el colegio puede hacer, y viceversa. Los buenos sistemas educativos complementan la formación familiar y la del sistema educativo. Lo que pasa es que después de las crisis los padres de familia que las vivimos sobreprotegimos en forma patriarcal a los hijos para que no sintieran nunca las privaciones y frustraciones que nosotros vivimos. Esa sobreprotección ha generado esta generación de jóvenes que no sabe lo que es una crisis.
Les hemos facilitado tanto la vida que creen que leyendo un extracto de un texto en las redes sociales pueden forjarse en un instante una opinión profunda y certera de un hecho o acontecimiento y un juicio de valor. Entonces responden en una forma realmente impresionante a llamados de influencers que no son otra cosa que “autoproclamados líderes” que, en base a su presencia en las redes sociales, están “educando” a nuestros hijos en un sistema paralelo informal en una dimensión que no es la asociada a una buena educación como, por ejemplo, cortoplacismo, consumismo, pragmatismo, falta de involucramiento, ausencia de responsabilidades duraderas.
Un caso lo tenemos en el apoyo que le dieron al expresidente Vizcarra y fueron engañados. Es una generación que no se recupera todavía de esa decepción, de ese engaño. Creía que podía distinguir entre el bien y el mal con meridiana claridad y luego fueron vilmente engañados por políticos como este. Ahora han desarrollado una suerte de escepticismo con relación a la política, lo cual es muy perjudicial.
Por ello, es indispensable alentarlos para que, más allá de sus errores, vulnerabilidades y debilidades, empiecen a tomar la responsabilidad de conducir el país.
Polarización
El peruano es considerado muy hospitalario y generoso, pero cuando se trata de conducir un vehículo o participar en la política se vuelve violento y tiene una gran incapacidad de llegar a consensos. ¿A qué se debe?
No puede haber consenso cuando hay polarización política y social, es inviable un consenso porque la polarización es lo opuesto a ello. La polarización que hay en el Perú no es un fenómeno nacional, es mundial. No hay un caso de un país en el que no lo veamos. El día de las elecciones presidenciales en Brasil lo hemos visto. Lo mismo ha sucedido en Chile, Colombia, Ecuador.
Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva democracia que ya no es el gobierno de una mayoría que venció en unas elecciones administrando los intereses y las expectativas de la mayoría que lo eligió y tratando de atender mínimamente lo intereses de la minoría que no votó por ellos. Esto era la democracia tradicional, es decir, con una mayoría gobernante y una minoría en oposición.
Ahora estamos pasando, en este nuevo mundo VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), a una democracia en la que una minoría, elegida en base a algún tipo de contingencia durante el proceso electoral porque llegó a la segunda vuelta con un 13%, gana y tiene el espejismo de que es mayoría cuando en el fondo nunca fue mayoría y nunca lo será. Entonces, ahora la nueva democracia es la gestión de una minoría que tiene que administrar los intereses y expectativas de muchas minorías. De esta manera, el consenso va a ser más o menos una especie en extinción, un objeto del pasado.
¿Qué se puede hacer?
Tenemos que aprender a gobernar sin consensos, con coaliciones que conformen nuevas mayorías y que constantemente estén evolucionando para atender este natural conflicto de intereses y de expectativas.
Esa es la nueva democracia y la pregunta es si estamos preparados para esto y la respuesta es que no. Ni siquiera el mundo está preparado para eso, pero esto es lo que tenemos ahora. Es producto de la segmentación, fragmentación y personalización de los intereses a niveles estratosféricos con intervención de las redes sociales.