En un entorno de riesgos crecientes, la verdadera fortaleza de las microfinanzas ya no se mide solo por su cartera, sino por la solidez de sus controles. Más que un costo, un sistema de gestión de riesgos robusto se erige como la inversión clave en confianza y eficiencia. Analizamos cómo transformar esta función en el núcleo de una estrategia que asegure el futuro del sector.

(*) Artículo publicado en la edición 239 de la revista Microfinanzas https://statuscomunicaciones.pe/microfinanzas/M239.pdf
Por Erika Rouillon Fudrini, Presidenta del Comité de Auditores Internos de la FEPCMAC y Gerente de Auditoría Interna de Caja Trujillo
El sistema microfinanciero peruano, un caso de éxito regional por su dinamismo y capacidad de inclusión, enfrenta su hora más crítica. Acosado por el sobreendeudamiento, una competencia feroz y un entorno macroeconómico volátil, el sector debe encontrar anclajes de estabilidad. En este escenario, el fortalecimiento del control interno y la gestión de riesgos deja de ser una función técnica para convertirse en el pilar estratégico de la sostenibilidad. Esta columna analiza los desafíos del sector y el rol crucial del auditor interno como garante de la integridad y la resiliencia organizacional.
Un modelo exitoso bajo presión
Las dos décadas de expansión y consolidación del ecosistema microfinanciero peruano son innegables. Sin embargo, ese mismo éxito ha generado nuevas vulnerabilidades. El aumento del endeudamiento de la cartera, la desaceleración del crédito y la presión sobre la rentabilidad han creado grietas en los sistemas operativos y de control.
A esto se suma un factor disruptivo: la transformación digital. Si bien ha modernizado los servicios, también ha abierto la puerta a riesgos tecnológicos, cibernéticos y de fraude para los que muchas entidades no estaban preparadas. Con frecuencia, los controles internos no han evolucionado al ritmo de la innovación, dejando expuestas a las instituciones. El reto, por lo tanto, ya no es solo cumplir la normativa, sino construir una cultura organizacional impregnada de prevención y transparencia.
El control interno como ventaja estratégica
Es hora de desterrar la visión del control interno como un mero trámite contable. Las mejores prácticas internacionales lo posicionan como una función transversal, integrada en el corazón de toda la organización.
Un sistema de control sólido no solo mitiga riesgos; es un motor de eficiencia operativa, genera confianza en los inversionistas y mejora la toma de decisiones. Para las entidades microfinancieras, expuestas a riesgos crediticios, operativos y reputacionales, un control interno maduro se convierte en una ventaja competitiva decisiva. El objetivo es pasar de mecanismos fragmentados y reactivos a un ecosistema de controles integrados, automatizados y monitoreados en tiempo real. Esto solo se logra cuando las personas, los procesos y la tecnología actúan en sintonía, con una clara rendición de cuentas y un compromiso con la mejora continua.
La gestión de riesgos en un entorno cambiante
El nuevo panorama digital ha multiplicado las amenazas: ciberataques, fraudes internos, riesgos en la tercerización y crisis reputacionales. Esto exige modelos de gestión proactivos y predictivos. Herramientas como los Indicadores Clave de Riesgo (KRI) y la automatización del monitoreo son esenciales para anticipar y neutralizar desviaciones.
Pero la tecnología, por sí sola, es insuficiente. La verdadera resiliencia se construye sobre dos pilares: un marco de gobernanza robusto y una cultura organizacional que premie la ética y la transparencia. El fortalecimiento del control interno debe entenderse como un proceso continuo que evoluciona junto con los riesgos, no como un proyecto aislado de cumplimiento. En un sistema bajo tensión, es la inversión más inteligente para asegurar su futuro.
El auditor interno y las nuevas normas globales
En un entorno financiero cada vez más complejo, el rol del auditor interno ha evolucionado de ser un mero verificador de procesos a convertirse en un pilar estratégico para la gestión institucional. Su misión ya no se limita a la revisión de cumplimientos; hoy, está llamado a agregar valor tangible y a actuar como un catalizador del cambio organizacional.
Desde su posición en la “tercera línea de defensa”, el auditor interno moderno debe erigirse como un asesor confiable y un facilitador, impulsando una visión de aseguramiento integral basada en riesgos. Su labor es crucial para evaluar la eficacia de los controles, recomendar mejoras tecnológicas y fomentar una cultura corporativa preventiva. En este sentido, su independencia y objetividad son los cimientos que garantizan que sus recomendaciones se traduzcan en decisiones concretas, fortaleciendo la gobernanza y, lo que es más importante, la confianza del público.
Este nuevo perfil se ve reforzado y formalizado por la actualización de las Normas Globales de Auditoría Interna y del Marco Internacional para la Práctica Profesional. Este hito normativo refuerza el propósito esencial de la profesión: proteger y promover el interés público mediante la mejora continua del gobierno corporativo, la gestión de riesgos y los controles internos. Las nuevas disposiciones instan a los auditores a adoptar un enfoque decididamente orientado al valor, con un énfasis renovado en la ética, la calidad del trabajo y una comunicación efectiva con los máximos órganos de gobierno.
Este marco global llega en un momento crucial para el sector microfinanciero peruano, donde muchas instituciones aún enfrentan limitaciones en recursos tecnológicos y madurez de sus sistemas de control. Aquí, el auditor interno debe ser el motor de una transformación urgente, impulsando la adopción de herramientas de análisis de datos, la automatización de procesos y los enfoques predictivos de riesgo.
La aplicación rigurosa de estas normas puede generar tres impactos concretos y medibles:
1. Cimentación de la confianza y transparencia: La adopción de estándares globales fortalece la credibilidad de las entidades ante reguladores, inversionistas y usuarios, proyectando una imagen de solidez y responsabilidad dentro del sistema financiero.
2. Fortalecimiento del buen gobierno corporativo: Las normas enfatizan una responsabilidad compartida entre la auditoría, la gerencia y el directorio. Esto fomenta un gobierno más participativo, informado y proactivo en la supervisión de riesgos y el cumplimiento.
3. Integración estratégica de control, riesgo y ética: Bajo este nuevo paradigma, el auditor interno se consolida como un socio estratégico de la dirección. Su labor se integra en la estrategia del negocio, asesorando en la gestión ética de los riesgos, optimizando la eficiencia de los procesos y protegiendo el activo más valioso: la reputación institucional.
En síntesis, la adopción de estas normas internacionales no es solo un ejercicio de modernización técnica. Es una oportunidad estratégica para elevar el estándar de gobernanza de todo el sistema microfinanciero, promoviendo un ecosistema de mayor integridad, sostenibilidad y, en última instancia, de confianza pública. El auditor interno ha dejado atrás su rol pasivo para convertirse en un guardián activo del interés público.
El Directorio cumple una función esencial en la estructura de gobernanza de las entidades microfinancieras. Su misión trasciende la supervisión formal: debe garantizar que las decisiones estratégicas, los niveles de riesgo y los mecanismos de control se alineen con los objetivos institucionales y el interés público.
Directorio, transparencia y control
En un entorno de creciente complejidad, el Directorio debe ejercer un liderazgo técnico, independiente y no político, promoviendo una cultura de responsabilidad colectiva y rendición de cuentas. Su principal desafío consiste en encontrar el equilibrio entre la visión estratégica de largo plazo y la supervisión efectiva de la gestión ejecutiva, sin interferir en las funciones operativas de la Gerencia.
Mientras la Gerencia es responsable de la ejecución y la gestión diaria de los riesgos, el Directorio tiene el deber de establecer el apetito de riesgo, aprobar las políticas de control y garantizar la independencia de la auditoría interna. Además, debe velar por que los informes del auditor sean analizados con rigurosidad y se traduzcan en planes de acción concretos.
Un Directorio técnicamente preparado y comprometido con la transparencia no solo fortalece el gobierno institucional, sino que refuerza la confianza del mercado, del regulador y de los clientes, pilares indispensables para la sostenibilidad del sistema.
Hacia una cultura de control sostenible
El futuro del sistema microfinanciero peruano dependerá de su capacidad para equilibrar la inclusión financiera con la sostenibilidad. Este equilibrio exige una visión estratégica en la que el control interno y la gestión de riesgos se comprendan no como un costo operativo, sino como una inversión en confianza, reputación y valor público.
El fortalecimiento de estos sistemas no es un ideal lejano, sino el resultado de una gestión deliberada que integra tecnología, liderazgo ético y aprendizaje organizacional continuo. En este contexto, el auditor interno asume un papel decisivo como garante del interés público, impulsando la transparencia y la mejora institucional.
Su labor, en conjunto con un Directorio sólido e independiente, permitirá que las entidades microfinancieras sean no solo sostenibles, sino también resilientes, confiables y socialmente responsables. Así, se consolida el liderazgo del Perú como referente regional en finanzas inclusivas con buen gobierno.