LA VITALIDAD ES UNA ACTITUD MENTAL Y CORPORAL DE QUIENES DESEAN DIRIGIR Y ESTAR A LA VANGUARDIA
LEYENDA: El autor es periodista especializado en Economía y consultor en temas de Liderazgo y Educación Emprendedora del Instituto FINANPOS. Tiene más de mil artículos publicados sobre diversos temas de su especialidad.
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El liderazgo es vitalidad
Por César Sánchez Martínez / LIMA
Hay quienes creen que “vitalidad” es energía o vigor. Hasta se confunde con juventud, olvidándose que la vitalidad es una actitud mental y corporal, y que los líderes saben usarla con sabiduría. Se ignora, que, en la adultez y vida madura, la vitalidad juega un rol muy importante en el desarrollo personal.
La vitalidad empieza con una mente sana que no necesariamente está vinculada con el ejercicio corporal, sino con la actitud frente a la vida. Hay jóvenes y adolescentes sin vitalidad (esas ganas de vivir) y también ancianos con mucha vitalidad. Ello no está vinculado con la edad, experiencia o conocimiento.
La vitalidad es un caudal que moviliza nuestras vidas hacia lo correcto. Es una actitud proactiva que empieza con tener una mente sana. En estos tiempos modernos, es difícil tener una mente sana. No sólo el estrés es una limitación, sino también los cambios en los valores, ética y estilos de vida.
Todo ello conlleva a tener ahora posturas y actitudes incorrectas. Ahora hay valores que perpetúan lo malo o incorrecto, para criticar lo correcto o bueno. Por ejemplo, la autoridad que los padres deben tener hacia los hijos se está perdiendo por normas legales, dando como resultado hijos desobedientes, adolescentes que no respetan a sus profesores y jóvenes rebeldes a los principios éticos y sin visión de futuro.
Cuando la vitalidad se pierde trae serias consecuencias negativas como las enfermedades físicas, mentales y sociales. Lo que antes era malo, ahora es bueno; y lo que era bueno, hoy es anticuado y no está de acuerdo con los “tiempos modernos”. Luego nos quejamos por la violencia callejera, falta de respeto a las normas y a la autoridad, formación de pandillas, hogares disfuncionales, confusión en la identidad de sexos, violencia contra la mujer y menores de edad, delincuencia y drogadicción, agresiones sexuales, deserción escolar, irresponsabilidad paterna, niñas y adolescentes embarazadas, etc. No olvidemos que las grandes civilizaciones cayeron, no por las fuerzas enemigas, sino que antes, por la anarquía moral de los pueblos.
Ninguna persona que está involucrada en este tipo de “enfermedades sociales” está lista para ser un buen líder. Aquella actitud proclive (hacia algo incorrecto siempre) a determinadas prácticas anula el buen liderazgo.
Lo que es más grave es la dictadura de las minorías. Es decir, la imposición de una minoría sobre la mayoría. Eso ocurre cuando en una sociedad, un grupo pequeño con estilos de vida diferentes a lo aceptado por la sociedad, pretende, vía normas legales, propuestas educativas y difusión mediática, imponer su estilo de vida a la mayoría, como es el caso de la unión civil. Cada quien es libre de hacer en su cuerpo lo que crea conveniente, pero no imponer su estilo de vida o creencia a otros. Eso no es inclusión ni tolerancia. Es imposición e intolerancia.
La vitalidad es constancia. Es también perseverancia y esfuerzo. Se trata de luchar por sanos objetivos que conlleven a una mejor práctica de vida. No siempre la vida es fácil, pero quien logra superar los obstáculos y alcanzar sus metas, siempre tiene una lección por compartir. Tampoco se trata de subir por subir, sino respetando siempre a los otros. Es esfuerzo es clave y el premio es el éxito.
Una empresa argentina de agua natural ha reinventado la palabra “vitalitud”. Esta compañía ha rotulado en sus botellas la siguiente frase: “La vitalitud es una actitud que comienza en pequeños cambios, aumenta con la fuerza de tu movimiento y se siente en el cuerpo, renovando tus ganas de vivir”. Obviamente que también tiene varios videos difundidos en diversas redes sociales. La vitalidad se trata de eso, de una actitud frente a la vida misma.
Cuando decimos que el liderazgo es vitalidad, también nos referimos a la esencia misma de la vida, de aquello que es vital, clave o fundamental. De la clave del éxito o de los fundamentos para crecer y desarrollarse.
El diccionario califica a la vitalidad como el “dinamismo o vigor de la persona que se manifiesta en cierta actividad o energía”. La vitalidad tiene argumentos que explican su funcionalidad. Por ejemplo, la visión de futuro, la misión personal, el trabajo en equipo y la solidaridad tiene, entre otros factores, partes esenciales del vigor o dinamismo.
El liderazgo es vitalidad porque siempre propone algo nuevo, está constantemente reinventándose, busca valores y principios éticos y sólidos, y está al servicio de los demás.
FUERZA Y DECISIÓN
En el ámbito empresarial, el liderazgo juega un rol importante en el crecimiento y sostenimiento de las organizaciones, así como en la correcta toma de decisiones y adecuada administración de los riesgos empresariales. Incluso, hasta los gurúes modernos nos hablan de la competitividad y eficiencia basada en el liderazgo. Hay diversos modelos y estilos que transitan entre la correcta gobernanza y la eficiente gestión organizacional.
¿Pero qué es en sí el liderazgo integrador? ¿De qué se trata? No propondré nada nuevo, sino volver a un estilo que surgió en los tiempos antiguos y que se ha dejado de lado. Este liderazgo integrador está estrechamente vinculado con la educación emprendedora. Es decir, el liderazgo integral basado en el servicio y el ejemplo.
El lector habrá notado que existen líderes que son motivadores por excelencia y otros que logran metas, venciendo todos los obstáculos que se presentan en sus caminos. Es más, los resultados son los que hablan, y muchos de ellos son muy buenos. Sin embargo, quienes pregonan esos “liderazgos”, son muchas veces, no viven de acuerdo a las enseñanzas que predican. Hay un dicho popular que reza así: “Tus acciones no me dejan escuchar lo que me dices con palabras”.
No basta decir cómo debe hacerse las cosas, sino que debe ser refrendada por la vida misma. De qué vale a un motivar hablar muy bonito y explicar en una pizarra del liderazgo, si son personas autoritarias, déspotas, creídas, orgullosas, vanagloriosas, mentirosas, egoístas, etc., etc. Es decir, sus vidas no reflejan lo que dicen que realmente son o hacen. Hay un divorcio entre la palabra y la práctica.
Tiene que haber una praxis, es decir, una “dialéctica” de la vida en palabras de Carlos Marx. Vivir la experiencia unida al conocimiento (teoría). Nuestra vida debe reflejar lo que somos, y por lo tanto, también lo que hablamos. Y eso se conoce por sus frutos. ¿Cómo conocemos a las personas? Sencillamente por sus frutos. Un árbol naranjo siempre tendrá como fruto a las naranjas porque es su naturaleza. Jamás, un árbol manzano dará como fruto a las mandarinas. Si eso ocurriese sería una falla de la naturaleza, una aberración natural.
De la misma manera, una persona que pregona o práctica un tipo de liderazgo, deberá siempre refrendarlo con su vida.